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martes, 20 de diciembre de 2011

EL CUADRO DEL COMEDOR





EL CUADRO DEL COMEDOR













    


      Podría ser uno de tantos escenarios que a veces reaparecen como si fuesen secuencias de una extraña película que en alguna ciudad se rodó y en la que tú tuviste un papel, o quizás era que durante un rato fuiste protagonista o quizás era tuyo el guión; nada los llama a aparecer, ni siquiera es que estén escondidos, su majestad es la extrañeza. 

Pero allí está, disimulado entre el resto de los idénticos trozos que son él mismo, capaz de hacer subir a la superficie cuantos kilómetros y kilómetros de subterráneos ríos haya sido capaz de invisibilizar la tierra. El cuadro de los caballos, si se lo hubiesen llevado de allí, desaparecería la ventana, la ventana y su patio de las seis de la tarde y el sueño del paredón por detrás, enfrente de la pequeña puerta que da la vuelta a los días de la semana.

Si acaso por distracción o capricho a alguien se le antojase sustituir un cuadro tonto de unos caballos por otro mucho mejor, entonces habría que remover todas las mesas y así mismo ya no podría ser que la puerta del medio fuese la de la llave con la que un simple espacio de pocos metros al sol, se convertía por las noches en fortaleza inexpugnable que guardaba en sus aposentos tesoros de incalculable valor, que se podían conquistar recorriéndolo, de puntillas, a través de la oscuridad; cada silla, cada ventana y las sombras negras, eran una enorme explanada que los valientes tenían que sortear para llegar al castillo, que se convertiría en una ruina olvidada si no lograban llegar.
El cuadro de los caballos se había mimetizado con cada plato de arroz, de lentejas o de ensalada, con la barra de pan y con las dos filas de otras ventanas que después, por las noches, eran almenas.

Continuaban su curso las primaveras y los inviernos y el cuadro seguía allí, tan accesorio como la sorda televisión que no paraba nunca de relatar, pero jamás se enteraba de lo que yo pensaba ni tú ni nosotros, como la mercenaria columna en el medio, de punta a punta del comedor.












Dvorar Serenamente for strings op. 22. Tempo Di Valse






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