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Algunas entradas

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sábado, 21 de julio de 2012

COMO UN CUENTO

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COMO UN CUENTO
















      Estás a punto de abandonar la medalla y la meta, piensas haber llegado hasta el momento aquel que te solía despertar los días antes del viaje, aparentemente para advertirte; crees que no te molestará porque amarraste completamente los cabos por donde te solía llevar, y de repente, tu sueño se transfigura en otra escena lejana de la que empiezas a escuchar demasiado cercanas las voces. Como si fuese un cuento que hubieses creado tú, los personajes están a la espera de que les des la voz, sólo mueven los labios, y lo que oías, empiezas a darte cuenta de que no es otra cosa que el rumor de la hierba.


Estás a dos minutos de conseguir que el agujero del centro de la hierba se comunique contigo con un idioma insalvable. El pelo de aquella niña cuelga a su vez de otra mano, que a su vez está pendiendo de lo que dicen sus ojos que al mismo tiempo es la manera que hay en su boca y que, a la vez, es lo que estabas pensando, quizás tú, cuando no te querías despertar aquellos días del viaje. Pero además es lo que suena en el río por donde pasarían lejos los árboles, la tempestad de una tarde que no cabía en tu cuerpo y la encontraste formando parte del pliegue de una camisa, los ojos apuntan impacientes a un narrador pero los ojos no saben.
















VIENTO





VIENTO













      Se necesita El Universo para que pueda entrar un pie adentro de una sandalia; voy a buscarlo, al universo en el que se agitan tanto las cosas que me podría ir a vivir, durante muchas estaciones, a algún punto de él y en cada uno habría sol. En cada punto suyo podría hallar los círculos que trazaran los vientos cuando se enfurecieron, como una pompa enorme que no dejaba ver nada más que su inmenso presente, de ahí fue de donde se designaron la sandalia y el pie. Es necesario, imprescindible, que ocurran a la vez la pose y el movimiento ya que no puedo describir con precisión lo que rige mi mano.


Lo veo, sí: tarda varios segundos en reagruparse lo mismo que un remolino y me deja muda, se queda así, sabiendo que es dueño entero de mi persona y que por eso no precisa moverse, es, soy su materia. Algunas veces se difumina mucho a fin de concederse valor, con la intención sagaz de deleitarse en las formas de mi dibujo pero siempre está allí. Es el canto y la piedra de un día lunes y es también el sombrero que pasa de puntillas cerca de un día festivo. Es además el respaldo de aquella silla, la número 23, así, según se mira por la mañana cuando entra toda la claridad y reconozco la mañana, el hecho efímero de la claridad. Es por la tarde cuando ya el día se hizo aliado y se viene contigo desde la puerta de casa hasta que te terminas por perder entre la ambigüedad de las calles.



















viernes, 20 de julio de 2012

Sentimientos

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SENTIMIENTOS



jardines de Mater







      Faldas de cuadros, pantalones alfombra, lluvia al tacón, ¿qué sentías allí perdida en un suelo tapado por árboles? Cansada de ver fotografías, instantáneas guardadas en fuego, inocentemente, por la costumbre de guardar en ningún sitio tu presencia en la caja cartón que se te vuelve delatora tu costumbre, tu ocurrencia de estar en algún sitio rodeada de personajes nunca visibles, como fantasmas que van a fosforecer cuando acampe la sombra.

Entonces todo se transparenta como un imán, te exige que le tributes lo que tirabas  cuando se te llenaban como bolsillos los papelitos para salir, siempre sin tiempo, y aquello era la juventud.

Son imponentes aquellos árboles, aquella multitud de la niebla, aquel caerse de entre los dedos como ovillos de lana, como botones, como hebras de pelo. Y era tan larga la vastedad del instante que no había sitio por donde huir, todas las cosas pertenecían a su contorno como anfitrionas únicas. Algunas veces, quizás, la multitud desfila en escalinatas, todos los rasgos se funden como las alas de una crisálida y entonces se empieza a ver, al trasluz, la lengua de los espejos:

El rostro de la miel azorado por madrugar en invierno, suavizado por  la obsesión de mirar siempre panales de abejas revolviendo las nubes. (Se quedó eterno como sin acabar, hoy vuelven a resonar sus violines temprano, se ha callado el tambor, suben al alto las contorsiones, entonces frágiles, de los brazos en curva y así conforman una segunda voz que atraviesa mis ojos). La alegría, cuerpo incompleto que necesita robarle a otro su condición de centauro.







 





jueves, 19 de julio de 2012

IMÁGENES

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IMÁGENES












         Ahora es otra más dulce, no mucho más, sólo dulce: la del rellano del primer piso. Es un día cualquiera de la semana, venimos del comedor; algo que sobresale mucho en mi imagen es la luz. Es una luz normal, de fluorescentes, pero en mi imagen cumple una función determinada, me resulta generador traerla al vivo presente. Estamos en fila muchas niñas, subiendo hacia los dormitorios, con los pichis, las cintas en el pelo, quizás. Cada cual con su manera nueva, irrepetiblemente nueva de concebir el mundo. Y esa es su fuerza: que nada puede borrar esa experiencia pura. A la izquierda está la comunidad y después la salita donde comían y se reunían las profesoras. La sala de profesoras es un sitio con humo, con olor a colonia y conversaciones en las que yo nunca participé. Enfrente de la escalera por la que estamos subiendo queda el patio, oscuro porque es de noche, es invierno. Yo  me veo en la esquina antes del primer escalón y mirando hacia el hall, diría que estoy aquí aunque eso jamás hubiese podido sospecharlo. Y esa imposibilidad absoluta de saberme puente, es la que le otorga a mi imagen su valor, ya que está cerrado a cal y canto a todo lo que no sea aquella pureza. Arriba en el dormitorio habría problemas, tan difíciles como lo son los problemas, de hecho: ¿quién se quería subir en fila a dormir? Ocupo un lugar entre muchos y no tengo privilegios, pero es incuestionable que ese es mi lugar, jamás a nadie se le hubiese ocurrido cerrar la puerta que daba al patio dejando a alguna de nosotras sin pasar por las escaleras, la configuración de la imagen no lo permite.

Venimos por el pasillo de la cocina, había puertas allí que no tengo ni idea de a donde daban, sólo recuerdo ese camino las noches que íbamos a por la llave del almacén, que estaba detrás de la puerta de la comunidad. Fue muy valiosa, y no sé qué tiene que ver con esta imagen, otra  de una de aquellas niñas: los primeros días, año quizás, en ese mismo colegio cuando comíamos en otro sitio que luego fue sala de juegos.

Estuve todos aquellos años descubriendo la vida de esta manera que no se somete a descripciones reales ni irreales, sino descubriendo cada cosa tal cual. Me consterno a menudo al mirar imágenes de esas épocas porque no se corresponden mis percepciones con las ideas sobre qué son los años que las separan, me consterna mirar los mismos gestos en caras tan diferentes. Todo es una escala de agudos y graves que conforman la voz.